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y que este fin solo le movía, no dudó de facilitar una y muchas veces sus deseos á Daifusama, y certificar le ternían cierta conclusion por medio suyo, y que en nada habría dificultad que la impidiese con lo cual Daifu se le mostraba favorable, y mas afecto á las cosas de Manila que lo habia sido Taico su predecesor, asegurando haría buena acogida á los Españoles en Japon, y que los navíos que allá fueren de arribada, ó en otra cualquier manera los mandaría aviar y despachar de todo lo necesario, y no consentiría que ningun Japon saliese á robar, ni hacer daños en las costas de Filipinas. Y porque supo, que de la isla de Zazuma[1], y de otros puertos de los reynos de abajo, habían aquel año salido seis navíos de corsarios Japones, que tomaron y robaron dos navíos de Chinas, que entraban en Manila con sus mercaderías, y hecho otros daños en la costa della, los mandó luego buscar en su reyno, y habiendo sido presos mas de cuatrocientos hombres, á todos los hizo crucificar[2]. Y asimismo, mandó que los navíos de harinas, y otras mercaderías que iban cada año de Nangasaquí á Manila, no fuesen de alli adelante tantos, sino los que bastasen para provision de Manila, con licencia y voluntad del gobernador della, porque allá no pudiesen ser de daño ni perjuicio.

Como Daifu apretaba cada día mas á Fr. Gerónimo, para lo que él habia tomado á su cargo, le dijo Fr. Gerónimo que ya había escrito[3], y escribiría de nuevo

  1. Satsuma.
  2. Igual conducta debió haber seguido D. Francisco de Tello con los del navío Almiranta, que fué en la expedicion de D. Luis Dasmariñas. No sólo habían deshonrado el pabellón español, no sólo faltaron á su deber, sino también cometieron el acto impolítico de querer apresar un barco, perteneciente á una nación amiga y con quien estaba entonces D. Juan Zamudio tratando de establecer relaciones comerciales. Pero estos rigurosos actos de justicia los hacía una nación bárbara, que es como entonces llamaban al Japón los Españoles.
  3. Esto no es cierto, como se verá después; pero Fr. Jerónimo de Jesús lo llamaría una piadosa mentira.