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ni otro de su armada había llegado á Camboja, y ellos dijeron, como don Luis venía en persona con pujanza de navíos, gente, armas, y algunos religiosos, á lo que siempre había deseado en aquel reyno, y que no tardaría en llegar; y que esta galeota y gente eran de la dicha armada. Mucho se alegró Blas Ruiz y los Castellanos de su compañía, de nuevas tan á su propósito; pareciéndole que todo se le iba haciendo bien; y que de aquella vez, segun el punto que las cosas tenían, se acabarían y asentarían como pretendían. Diego Belloso y los suyos (aunque no mostraban pesarles) no tuvieron tanto contento, porque mas quisieran la buena conclusion desta jornada, y los premios della, para los Portugueses, y gobierno de la India, sobre que habían tenido algunas diferencias y encuentro con Blas Ruiz, pero como vieron el negocio en este punto, conformándose con el tiempo, todos se juntaron, Portugueses y Castellanos, y dijeron á Prauncar y á sus Mandarines, la venida del Alferez Luis Ortiz con su galeota y compañeros, y que eran parte de una buena armada, que luego entraría, en que venía en persona don Luis Dasmariñas, con religiosos y gente á ayudarle y servirle, en conformidad de lo que pocos meses antes había escrito á Manila que deseaba. El rey mostró contento, y algunos de sus Mandarines que amaban á los Españoles, y conocían los beneficios que hasta entonces dellos habían recibido, entendiendo aquello sería como se les decía; pero, á la madrastra del Rey, y otros Mandarines, que con ella tenían mano, en particular Ocuña Lacasamana moro Malavo, les pesó de la venida de los Españoles, pareciéndoles, que como gente valiente y tantos, y de tanto espíritu, como ya conocían, se señorearía de todo, ó á lo menos llevarían lo mejor, y quisieran habérselo á solas con el rey Prauncar, y así se les conoció el mal rostro que hacían á las cosas de los Españoles; cuanto por el contrario, Prauncar le hacia bueno: que luego mandó alojar los Españoles y