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luego se fuese de la costa; apercibiéndole, le prenderían, y á los de su compañía, y los enviarían á la India, y serían con rigor castigados. Don Luis les respondió siempre, que su venida no había sido en daño ni ofensa suya, sino en servicio de Dios y de su Magestad, al reyno de Camboja; que se había perdido, y padecido muchos trabajos; en los cuales, los mayores habían sido con los mismos Portugueses de Macan, vasallos de su Magestad, y esperaba recaudo de Manila, para poder volver allá, que les pedía y requería, le ayudasen y favoreciesen, y le soltasen los dos Castellanos que le tenían presos; y que, si sobre todo esto, le quisieren hacer algun agravio y ofensa, se había de defender como pudiese, protestándoles los daños que dello resultasen, que fuesen á su cuenta. Siempre de allí adelante se veló don Luis Dasmariñas en su navío, teniendo listas las armas, y cargada la artillería, guardándose de día y de noche; y no se engañó, porque los de Macan determinaron salirle á buscar y prender; y para ello, el mismo capitan mayor con algunas fustas, y otros navíos y gente con gorguzes, espingardas y versería, vinieron un día (que les pareció estarían los Castellanos descuidados) á dar sobre don Luis Dasmariñas, que receloso de lo que había de suceder, se halló con las armas en la mano, y viendo que la armada portuguesa le acometía, comenzó á jugar su mosquetería y arcabucería, y de algunas piezas tan apriesa, que haciendo grandísimo daño en sus contrarios, y en el navío en que venía el capitan mayor, matándole un paje, que estaba á sus espaldas, y otras personas, se retiró; y los demas navios de su armada, y hicieron alto desviados de don Luis que no los quería seguir, sino estarse á la mira; y no se atreviendo á volver á acometer, dieron la vuelta á Macan, y don Luis Dasmariñas se metió en el puerto del Pinal; donde le pareció estaría con mas seguridad, hasta que, llegado el capitan Francisco Rodriguez con el navio que llevó