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capitana recogió como pudo la gente que de la almiranta se salvó, y aunque algunos días se entretuvo, al cabo varó en tierra cerca de la costa, y comenzó á hacer tanta agua, que con ella, y los grandes golpes de mar, que le daban por el costado, se hizo pedazos, ya había perdido la chalupa, y siéndoles forzoso para salvar las personas, antes que el navío acabase de deshacerse, hicieron jangadas, y planchadas de maderos, y tablas en que salió don Luis con los religiosos y gente en tierra, hasta en cantidad de ciento y veinte Españoles, sacando algunas cosas de las de mas estimacion, y las armas y piezas de artillería mas mañeras, del dicho navío, dejando lo demas perdido, y todos mojados y tan mal parados, que algunos Chinas que salieron (de algunas poblazones que allí cerca estaban) á la costa, así por compadecerse de su pérdida, como por el interese de algunas cosas que les dieron, de lo que habían sacado, les proveyeron que comiesen, y un navío de no mucha capacidad de los de la tierra, en que saliesen de aquel paraje, y fuesen la vuelta de Macan y Canton, que no estaba lejos.

Don Luis y su gente, llegados á vista de Macan, despacharon de su compañía en navíos chinas á la ciudad y poblazon de los Portugueses dos soldados; avisán-

    la verdad en no ir yo con ellos estuvo su perdición.» La Almiranta se perdió, porque, de navío que iba para predicar el cristianismo, servir á Dios y al Rey, civilizar á los bárbaros y hacer la guerra al tirano de Champan que pirateaba, se convirtió en buque pirata y quiso robar á un navío de Chinos. En la persecución dió contra unos bajos, se abrió en dos partes, arrojando la gente á la mar, salvándose unos pocos que fueron presos por las autoridades chinas. Si se consideran las vejaciones y miserias que para construír estos galeones tenían que sufrir los Indios de Filipinas; si se piensa en la manera cómo se reclutaban los marineros, arrancándolos de sus hogares, cómo los vendían como esclavos para su equipo, convirtiéndose después el aborto de tantas tiranías en un miserable buque pirata, para destrozarse miserablemente, corriendo tras una indefensa presa, y si se recuerda que á todo esto iba mezclado el nombre de Dios, para santificar tantas indignidades, ¡qué responsabilidad para los que así explotan la ignorancia y la sumisión de los pueblos para satisfacer mezquinas ambiciones!