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de presente la tenemos, y mejor puesto que nunca jamas nacion tuvo en reynos estraños. Somos muy amados del rey y de los suyos, y de los que son naturales, y muy temidos de los estrangeros, y así se nos guarda en toda parte del reyno mucho respeto. Hanos dado al capitan Diego Belloso y á mí títulos de grandes, los mayores de su reyno, para ser mas respetados y temidos, y mas obedecidos. Estan en nuestros nombres dos provincias, las mejores del reyno, que se nos entregarán, luego que se quieten las cosas de la guerra, y se hagan cortes para jurar el rey, que no se ha hecho. Entre tanto nos servimos de otra gente, que él nos manda dar. Para tener entera mano y mando en el reyno, no hay de por medio mas de Ocuña Lacasamana, cabeza de los Malayos, que por tener mucha gente, le agrada el rey, y porque lo ha menester por las guerras que tiene. Con la gente deste tienen los Españoles algunos encuentros, por lo cual, nos recatamos los unos de los otros. He contado á v. m. estas guerras, y cosas tan por menudo, para que se vea, si su Magestad tiene algun derecho, con justificacion y justicia, para tomar deste reyno alguna parte, pues su armada dió muerte á quien la poseía quietamente[1], y al heredero dél, echado aparte, donde tenía ya quitada la esperanza de volverlo jamás á poseer[2]; y despues acá vuelto á conquistar por sus vasallos, y haberle guardado y defendido su persona de sus enemigos; porque esperar á que él voluntario lo dé, no será jamas, porque antes se teme
  1. Esta confesión de Blas Ruiz juzga toda la expedición. Los Españoles fueron á turbar un reino que estaba en paz, gobernado robustamente por su libertador, para poner en el trono un maniquí y apoderarse de su dominio.
  2. Según esto, para aumentar un rey sus dominios, no tendría más que enviar emisarios á los demás reinos, para matar á sus reyes, muchos de los cuales gobiernan con menos derecho que Anacaparan, quien al menos salvó del yugo extranjero á su país, abandonado cobardemente por su antiguo soberano.