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el caso, entre tanto enviamos á llamar los Japones, que estaban en la guerra, en otra parte; para que, si no se hacía justicia, tomar venganza; los Laos, ó temiéndose desto, ó que de hecho querían acabarnos, dieron de noche sobre nuestras casas; de manera que mataron al padre y algunos de los Españoles. que habían venido con él, que estaban enfermos, y mataron algunos Japones, porque con todos era su pasion; los demas nos escapamos, y nos metimos en el navío de los Japones, y allí nos defendimos hasta que llegaron ellos.

Los Laos hicieron una fortaleza y se hicieron en ella fuertes: serían cantidad de seis mil, y enviaron á decir al rey, que por ninguna justicia que mandase hacer, no habían de estar. De las muertes pesó mucho á el rey, y del desacato que con él usaban; pero por no quebrar con su rey, no nos quiso dar gente, para dar en ellos, aunque se la pedimos muchas veces, y nosotros no lo hizimos por haber quedado sin armas; el rey envió dello aviso á Lao; nosotros quedamos por entonces desnudos, sin haciendas, sin armas y sin justicia, ni venganza, y muy disgustados con el rey, aunque el siempre nos enviaba disculpas, diciendo, que si el rey de Lao no hiciere en ello justicia, que él la haría, y que para eso no los dejaría ir de su tierra, y enviábanos de comer y alguna ropa y armas. Despachóse en este tiempo un navío de embajada para Malaca, en el cual nos queríamos todos ir, pero el rey, ni sus madres, no consintieron que Diego Belloso, ni yo, nos fuésemos; algunos se fueron en él, y otros se volvieron á Sian; y otros quedaron con nosotros, haciéndonos el rey de allí adelante mas regalos que nunca. Los Japones se recogieron á su navío, y no quisieron mas seguir la guerra. Sabido por los enemigos que estábamos desbaratados, juntaron mucha gente, y volvieron á ganar muchas tierras, sin defensa. Pidió el rey á los Laos, que fuesen á la guerra, pues le habían desbaratado quien le defendia su tierra,