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eramos de los amigos amados, y de los enemigos temidos. Estando nosotros en una entrada, se quiso levantar Ocuña de Chu, que ya se llamaba Mambaray, que es el mayor título del reyno, ayudábale el uno de los cabezas de los Malayos, llamado Cancona. Envió el rey á llamarme, y que llevase conmigo los Españoles de mi parte, y que quedase Diego Belloso, que ambos estábamos por cabezas, y siempre lo somos, á cualquiera guerra, que cualquiera de nosotros va. Yo fuí á su llamado, y contóme como aquellos lo querían matar, y quitar el reyno, que le diese remedio. El Mambaray era quien gobernaba el reyno. Y por ser el rey muchacho y tomarse de vino, lo tenía en poco y quería él ser rey. Al fin, yo con los Españoles, lo maté y sus hijos prendieron luego, y los mataron. Fuese luego á prender al Malayo Cancona, y matáronlo y quedó seguro deste riesgo por Españoles. Volvimos luego á la guerra, y supe de otro grande, que estaba por cabeza de una provincia, que se quería levantar, y pasarse á la banda de Chupinanon; prendílo, y matélo, haciéndole su causa. Con lo cual el rey nos amaba estrañamente, y el reyno nos temía; allanóse aquella provincia y volvimos al rey. En este tiempo llegó una embarcacion de Sian, que iba de embajada para Manila, y arribó aqui. Vino en ella el padre Fr. Pedro Custodio, y algunos Portugueses. Con la venida del padre holgó el rey mucho, y quería hacerle iglesia. Juntámonos todos, y seguimos la guerra, y volvimos otra vez dejando muchas provincias á la obediencia del rey, y Chupinanon retirado á unos montes, y casi acabada la guerra. En este tiempo vinieron muchos Laos, y por cabeza un pariente de su rey, que hasta entonces no habían hecho nada, ni sonaban; y no sé si por envidia de vernos tan adelante con el rey, y con los del reyno, ó si lo traían de su tierra tratado. Mataron con poca ocasion un Español, y pidiendo nosotros sobre esto justicia al rey, él mandó á sus Mandarines, que juzgasen