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zas guerras que en este reyno ha habido, desde que en él entramos, hasta el estado en que aora las cosas dél quedan; y por haber andado en todas Españoles, darán á v.m. algun gusto. El modo y recogimiento con que yo viví en este reyno, luego que de ese llegué, sustentando los soldados, y demas gente que en mi navío traie á mi costa, teniéndolos sujetos y en onrra, sin consentir que se derramasen, no teniendo papeles, porque, los que el gobernador me había de dar, llevaba Gallinato: Y lo mas que sucedió con los Chinos, porque, y como, no trato; porque, á algunos dellos se hallaron presentes, el padre Fr. Alonso Ximenez, y el padre Fr. Diego[1], y otros oyeron, que de todo habrán dado á v. m. relacion, juntamente con la guerra del tirano y del desamparo que Gallinato hizo á este reyno, estando ya hecho el negocio; que si se siguiera, estu-
  1. Este es el Fray Diego Aduarte, que fué después Obispo de Nueva Segovia, y escribió Relaciones de Mártires y una Historia de la Provincia del Santo Rosario, en donde cuenta largamente esta expedición y la parte que en ella había tomado. Ha tratado en vano de pintar esta empresa bajo un aspecto favorable, procurando presentar como disculpables la matanza de los Chinos, la muerte de Anacaparan y el incendio de su palacio, aunque con contradicciones y detalles inverosímiles, entre milagros y acciones verdaderamente heroicas y maravillosas. En una noche, en medio de una gran tormenta, «en que no había hombre que pudiese estar en pie», confesó á los cristianos de la armada, catequizó á los infieles, bautizando á veintidós de ellos, de diferentes lenguas, y los sacramentó á todos, además de confesarse varias veces y confesar á su Provincial; daba fe de que no solamente el agua de los pozos de la costa era más salada que la del mar, sino que también lo era el rocío del cielo, etc.. Cuenta con cierta candidez la manera cómo quisieron tratar de engañar á Anacaparan, el incendio del palacio, que para excusarse, decía «sólo encendieron hogueras para verse unos á otros», etc. no olvidándose de confesar á sus compañeros antes de lanzarlos á matar á los que dormían tranquilos y quemar sus casas. Fr. Diego Aduarte es el tipo del fraile aventurero de entonces, medio guerrero y medio sacerdote, valiente y sufrido, confesando, bautizando y matando lleno de fe y sin escrúpulo alguno. Su historiador, Fr. Domingo Gonzalez, de su misma Orden, le pinta como un virtuoso obispo, muerto en olor de santidad, encontrando su cadáver después de muchos meses «más barbado que cuando falleció.» Morga, que difiere de él en muchas partes, habrá tal vez juzgado los hechos, después de oír diversas partes y relaciones de los personajes, en esta empresa interesados.