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real de la audiencia; trayéndolo del monasterio de San Agustin á la iglesia mayor, sobre un caballo, enjaezado de tela de oro, carmesí, debajo de un Palio de la misma tela, cuyas varas llevaban los regidores de la ciudad, con sus ropones de terciopelo carmesí, aforrados de tela de plata blanca, y calzas y jubones de la misma tela; el caballo sobre que iba el sello en una caja de tela de oro, con una cubierta de brocado, lo llevaba el que hacía oficio de alguacil mayor, de diestro; vestido de tela de oro, en el cuerpo; y el Presidente y Oydores al rededor del caballo, todos á pié y descubiertas las cabezas; delante iba mucho acompañamiento de toda la ciudad, con costosos vestidos y galas; y detrás, todo el campo y gente deguerra, con sus cajas y banderas, las armas en las manos, y los capitanes y oficiales en sus lugares, y el maese de campo delante con su baston. Las calles y ventanas, ricamente adornadas, de muchas colgaduras y aderezos, y muchos arcos triunfales con música de ministriles, trompetas y otros instrumentos. Llegado el sello á la puerta de la iglesia mayor de Manila, lo salió á recibir el Arzobispo de pontifical; con la cruz, y cabildo, y clerecía de la iglesia; habiéndolo bajado del caballo, la caja en que iba debajo del palio lo metió en las manos del presidente, y con él los Oydores, dentro de la iglesia, entonando la capilla de cantores Te Deum laudamus. Llegaron á el altar mayor, sobre cuyas gradas había un sitial de brocado, donde se asentó la caja con el sello, y todos de rodillas, el Arzobispo cantó algunas oraciones al Espíritu santo, y por la salud y buen gobierno del rey nuestro señor, y volviendo á tomar el presidente la caja con el sello, con la misma orden y música, que había entrado en la iglesia fué sacado della, y vuelto á ponerse sobre el caballo, y quedándose á la puerta el Arzobispo y clerecía, prosiguió el acompañamiento, hasta las casas reales; que en un aposento bien aderezado, debajo de un dosel de terciopelo carmesí, con las armas reales bordadas,