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que con este intento, habían dejado el presidio en la Caldera; y así se dejaron ir, ni bien declarado por rebelados, ni haciendo obras de amigos á los Tampacanes y demas aliados, con los Españoles.

Cerca de la isla de Mindanao, hay una isla llamada Joló, no muy grande, pero bien poblada de Naturales, todos Mahometanos, que terna[1] tres mil hombres, con su señor y rey particular: que cuando el Gobernador Francisco de Sande, venía de la jornada de Borneo, envió á ella á el capitan Esteban Rodriguez de Figueroa, que la entró, y trujo los Naturales á la obediencia de su Magestad, como atrás se apuntó; estos fueron encomendados en el capitan Pedro de Osseguera, y en su vida, y despues del muerto, don Pedro de Osseguera su hijo y sucesor. Fué pidiendo y cobrando algunos años por tributo lo que le querían dar, que era poca cosa; sin apretar mas, por no turbarlo todo; y cuando don Juan Ronquillo estaba con el campo en Mindanao, los Joloes, viendo las cosas de los Españoles con pujanza, mostraron intención de que querían gozar de la paz, y que pagarían sus tributos, pero viendo la salida de los Españolos, se volvieron á entibiar; y habiendo enviado el capitan Juan Pacho (que en ausencia de don Juan Ronquillo quedó por cabo en el presidio de la Caldera), algunos soldados á rescatar cera, los maltrataron los Joloes, y mataron dos dellos; queriendo castigar Juan Pacho este exceso de los Joloes, fué allá en persona con algunas embarcaciones, y treinta soldados, saltando en tierra; bajaron de la poblazon del rey (que está en un cerro alto muy fortificado) mucho número de Joloes. Acometieron á los Españoles, y por ser mucha gente, y no haberse podido los Españoles aprovechar de su arcabucería, por ser en coyuntura de un recio aguacero, fueron desbaratados, con muerte del capitan Juan Pacho, y de

  1. Tendrá.