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de ir á Luzon; y que por estar ocupado con los Corios[1], este año, no va; y que para esto, quiere tomar la isla de los Lequios[2], y la Hermosa[3], para echar la gente de allí en Cagayan, y de allí tomar á Manila, si Dios no le ataja primero los pasos. Vs. ms. vean, lo que les importa y conviene. Fr. Martin de la Ascension.


Los cuerpos de los mártires, aunque fueron guardados muchos días de les Japones, fueron quitados á pedazos (especialmente los de los religiosos) de las cruces, por reliquias de los cristianos que allí había: que (con mucha veneracion) se repartieron, y están por toda la Cristiandad, sin dejar las argollas y palos de las cruces[4].

Otros dos religiosos de la misma compañía, que estaban fuera de la casa al tiempo de la prision, no pade-

  1. Los de Corea.
  2. Riu-Kiu ó Lu-Tschu.
  3. Formosa.
  4. Lord Stanley trae en su apéndice una interesantísima nota, referente á éstos que han dado en llamar mártires del Japón, de la que vamos á extractar y traducir algunos párrafos.
    El P. Alejandro Valignano, Visitador de la Compañía en el Japón, y contemporáneo de los dichos mártires, parece que dejó un libro manuscrito, destinado á refutar las calumnias y acusaciones de Fr. Martín de la Ascensión contra los Jesuítas, en las tristes y enojosas disputas sobre á quien pertenecían las misiones en el Imperio del Sol. Este libro, fechado en octubre de 1598, se encuentra en la biblioteca de Evora (cxv, 2–2.). Contiene 31 capítulos, de los cuales los tres últimos están destinados á refutar las inexactas aserciones de Fr. Jerónimo de Jesús. Dice el manuscrito que el P. Fr. Martín de la Ascención había escrito tratados contra los Jesuítas, sometiéndolos á la corrección de un clérigo portugués amigo suyo, llamado el P. Miguel e Roxo, quien se escandalizó no poco al leer las calumnias que el libro contenía. El P. Valignano se queja de la ligereza de Fr. Martín por haberse atrevido á escribir tratados sobre el Japón, no habiendo estado en él más de 5 ó 6 meses, habiendo comenzado á escribir a los tres de su llegada á Nangasaki.
    En el capítulo 27, el P. Valignano dice que los frailes inventaron un plan para ocultar y velar las torpezas cometidas en el Japón, y para difamar á los Jesuítas. El plan consistía en celebrar una gran festividad y hacer procesiones en honor de los frailes crucificados, publicando que eran mártires, y que los de la Compañía conocían muy bien cómo poner en salvo sus vidas y evitar el martirio.