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que sirvió de mayor daño; porque viendo los privados tan acudiciado á Taico á las riquezas de la nao, y ageno de oir cosa á propósito de que las restituyese, no sólo no se lo pedían, antes para meter la cosa mas á barato, aprovechándose del tiempo y ocasiones, por ser infieles, y aborrecer á los religiosos que hacían cristianos en la corte, los revolvieron con Taicosama, diciéndole, que ellos y los de la nao todos eran de un señor, y conquistadores de reynos agenos; y que lo hacían, metiendo primero en ellos sus religiosos; y entrando después tras ellos con las armas, y que eso pretendían hacer en el Japon. Ayudábanse para esto, de que estando en Hurando el privado que fué á tomar la hacienda de la nao, le había mostrado Francisco de Landa, piloto della, la carta de Marear, y en ella todo lo descubierto, y á España y los demas reynos que su Magestad poseía; y entre ellos el Perú, y la Nueva España. Y diciéndole el privado, que como había ganado aquellos reynos tan lejos; respondió el piloto, que habían entrado primero religiosos, predicando su ley, y la gente de guerra tras ellos, que los sugetaron; y es verdad, que el dicho piloto dijo imprudentemente las dichas razones, que notó bien y encomendó á la memoría Ximonojo, para decirlas á Taicosama en buena ocasion; como lo hizo en esta[1].

De todo esto, y de la instancia que los religiosos hacían con Taico para que se diesen las mercaderías á los Españoles, resultó acabarse de enfadar, y (como

  1. Después de todo, Ximonojo ni mentía ni se equivocaba. Testigos las Molucas, en donde los Misioneros españoles servían de espías; Camboja, que se iba a conquistar so pretexto de religión, y otras muchas naciones, entre las cuales están las Filipinas, donde el sacramento del bautismo hacía de los habitantes, no sólo súbditos del Rey de España, sino también esclavos de los encomenderos y aun esclavos de las Iglesias y conventos. ¿Qué habría sido del Japón ahora, si sus emperadores no hubiesen extirpado el Catolicismo? En la Congregación de la Propaganda Fide, según el P. Diego Collado, uno de los más ardientes apóstoles del Extremo Oriente, se dijo por escrito el 22 de Marzo de 1625 «que el Rey de España se había concertado con algunos religiosos de otras órdenes de Fi-