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LOS INVÁLIDOS

lorosa. ¡Qué cambio se habia operado en el brioso bruto que ellos habian conocido! Aquello era solo un pingajo de carne nauseabunda buena para pasto de buitres i gallinazos. I mientras el caballo cegado por la luz del medio dia permanecia con la cabeza baja e inmóvil, el mas viejo de los mineros, enderezando el anguloso cuerpo paseó una mirada investigadora a su alrededor. En su rostro marchito, pero de líneas firmes i correctas habia una espresion de gravedad soñadora i sus ojos donde parecia haberse refujiado la vida, iban i venian del caballo al grupo silencioso de sus camaradas, ruinas vivientes que, como máquinas inútiles, la mina lanzaba de cuando en cuando, desde sus hondas profundidades.

Los viejos miraban con curiosidad a su compañero aguardando uno de esos discursos estraños e incomprensibles que brotaban a veces de los labios del minero a quien consideraban como poseedor de una