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diferencia, pero viendo la inmovilidad del obrero i la furiosa mirada que brotaba de sus ojos, le gritó con imperio:

— ¿Qué haces ahí, maldito holgazan? ¡Pronto, a quitar ese madero!

El muchacho no se movió. En su alma inculta e indómita aquella multa que tan injustamente se le aplicaba, prodújole el efecto de un latigazo, irritando hasta la exasperacion su fiero i resuelto carácter.

El capataz furioso por aquel insólito des conocimiento de su autoridad cojió del cuello al desobediente i dándole un empellon hacia adelante remató la agresion aplicándole un violento puntapié por detras, ¡Jamas lo hubiera hecho! Viento Negro se revolvió contra él como un tigre i asestándole una tremenda cabezada en mitad del pecho lo tendió exánime en el duro pavimento.

El injeniero que cerca de allí hacia anotaciones en su cartera i que, impuesto de la disputa se preparaba a intervenir, se vol-