dos! Eres un torpe que te dejas sorprender por los apuntaladores que colocan madera blanca en sitios como este tan saturados de humedad. Vas a ocuparte en el acto de remediar este desperfecto antes que te haga pagar caro tu neglijencia.
El azorado capataz retrocedió presuroso i desapareció en la oscuridad.
Mister Davis apoyó la punta de la vara en el desnudo torso del muchacho que tenia delante i el carro se movió, pero con lentitud, pues la pendiente hacia mui penoso el arrastre en aquel suelo blando i escurridizo. El de atras ayudaba a su compañero con todas sus fuerzas, mas de pronto las ruedas dejaron de jirar i la vagoneta se detuvo: de bruces en el lodo, asido con ambas manos a los rieles en actitud de arrastrar aún, yacia el mas jóven de los los conductores. A pesar de su valor la fatiga lo habia vencido.
La voz del jefe a quien la perspectiva