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LA COMPUERTA NÚMERO 12

desempeñando el mismo trabajo; que él estaba cerca i vendria a verlo de cuando en cuando i una vez terminada la faena, regresarian juntos á casa.

Pablo oia aquello con espanto creciente i por toda respuesta se cojió con ambas manos de la blusa del minero. Hasta entónces no se habia dado cuenta exacta de lo que se exijia de él. El jiro inesperado que tomaba lo que creyó un simple paseo, le produjo un miedo cerval i dominado por un deseo vehementisimo de abandonar aquel sitio, de ver a su madre i a sus hermanos i de encontrarse otra vez a la claridad del dia, solo contestaba a las afectuosas razones de su padre con un ¡vamos! quejumbroso i lleno de miedo. Ni promesas ni amenazas lo convencian i el ¡vamos padre! brotaba de sus labios cada vez mas dolorido i apremiante.

Una violenta contrariedad se pintó en el rostro del viejo minero; pero al ver aquellos