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EL POZO

nutos salvó la distancia i aproximándose cauteloso, con infinitas precauciones, siguiendo la pista grabada en la arena descubrió la pieza agazapada entre los cardos. Apoyó la culata en el hombro i soltó el tiro. Aun no se disipaba el humo del disparo en la atmósfera abrasada cuando un bulto rojizo pasó a su lado como una tromba i rozó sus piernas que vacilaron, dando un traspies.

Lanzó un grito de sorpresa i de cólera: —¡Quita allá Napoleon! Pero, ya era tarde: la perdiz a la cual la mira habia atravesado el cuello, acababa de desaparecer en las fauces de un enorme perro de presa de color leonado.

Pasado el primer momento de estupor, con el fusil en alto se abalanza sobre el intruso i lleno de coraje menudea los golpes que el ladron esquiva con gran facilidad, dando bruscos saltos entre las matas sin soltar la presa. Fatigado i jadeante se de-