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JUAN FARIÑA

i que se azotaba violentamente junto a la rejilla del canal. Tomó con presteza un candil colgado en una de las vigas de la cabria i su sorpresa se convirtió en espanto: lo que saltaba allí dentro era un pez vivo, una corvina de plateado vientre.

Entre tanto, el maquinista se impacientaba esperando las señales reglamentarias i sus voces imperiosas dominaban el ruido del viento cada vez mas flojo a medida que avanzaba el dia.

Por fin, el remiso obrero, reapareció en la plataforma, llevando suspendido por la cola el pez que contraia violentamente su viscoso cuerpo. El de la máquina, viendo aquel objeto que se movia en la mano de su compañero, gritó desde lo alto:

—¿Qué pasa, Juan, qué es lo que hai?

—Nada, que estamos achicando el mar, fué la breve respuesta que hirió sus oidos.

Pasados algunos minutos, el pito de alarma sonaba en la mina por última vez,