enorme monton de maderos destrozados interceptó la galería. Por unos instantes se oyeron los chasquidos de la roca, seguidos de bruscos desprendimientos: primero trozos pequeños que rebotaban sordamente en la derribada mampostería, i luego despues, como el tapon de una botella vacía, sumergida en aguas profundas, cedió de un sólo golpe la techumbre del túnel: lívidos relámpagos serpentearon un momento en la oscuridad i algo semejante al galope de pesados escuadrones resonó con pavoroso estruendo en los ámbitos de la mina.
Afuera la tempestad desencadenada bramaba con furia i el viento i el mar confundian sus voces irritadas en un solo sostenido i fragoroso. El maquinista, de pié en la plataforma de la máquina, fijaba una mirada soñolienta en el indicador i en el brocal del pozo, junto al cual el obrero del gancho de hierro ejecutaba su tarea temblando de frió bajo sus húmedas ropas. Ambos habian