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JUAN FARIÑA

nadie dudó en la mina de que un tenebroso pacto ligaba al aborrecido ciego con el espíritu del mal. A la antipatia que le profesaban los mineros se agregó luego un supersticioso temor i a su paso apartábanse presurosos, persignándose devotamente. Sus vecinos en la cantera abandonaron sus labores trasladándose a otro sitio i el carretillero encargado del arrastre de las vagonetas se negó a efectuar ese trabajo, viéndose obligado Fariña para no abandonar la faena a ser barretero i carretillero a la vez.

Sea por aquel exceso de trabajo cuya abrumadora fatiga hubiera quebrantado la mas robusta constitucion, o por otra causa desconocida, su taciturnidad aumentó de di a en dia i su musculoso cuerpo fué perdiendo poco a poco aquel aspecto de fuerza i de vigor que contrastaba tan notablemente con la débil contextura de los mineros, esos proscritos del aire i de la luz que llevaban impresa en sus rostros de cera la