nes. Su pasado fué objeto de una minuciosa pesquisa, que no dió resultado alguno. Nadie sabia quien era ni de donde venia i respecto de su ceguera las opiniones estaban divididas. Habia quienes aseguraban que aquellas inmóviles pupilas cubiertas de una tela blanquecina arrojaban en la oscuridad destellos fosforescentes como los del gato i que aquel ciego no lo era, sino en pleno dia, a la luz del sol. Otros, i eran mui pocos, sostenian lo contrarío i para aclarar el punto sometian al infeliz a las mas bárbaras pruebas. Ya era una vagoneta volcada en medio de la vía, que le interceptaba el paso, o un madero atravesado a la altura de su cabeza, contra el cual chocaba violentamente; mientras alambres invisibles se enredaban entre sus piernas i lo derribaban en el lodo negro i viscoso de las galerias.
El tiempo trascurria i el desconocido obrero apasionaba cada vez mas los ánimos dentro de la mina. Estraños rumores empe-