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JUAN FARIÑA

—Quedas aceptado, dijo el capataz, despues de un instante de vacilacion: un ciego que no pide limosna i desea trabajar merece ser bien acojido; puedes empezar cuando gustes.

—Mañana a primera Lora estaré aquí, respondió el orijinal personaje i se alejó, pasando con la cabeza erguida i las blancas pupilas fijas en el vacio por entre la turba de obreros que contemplaban admirados sus anchos hombros i su musculoso cuerpo de atleta.

En la mañana del siguiente dia, Juan Fariña, con la blusa i pantalon del minero, una pequeña cesta con la merienda en una mano i el baston en la otra, penetraba en la jaula en compañia de un capataz i varios trabajadores. Todos cubríanse la cabeza con la tradicional gorra de cuero i en todas ellas, escepto en la del ciego, sujetas a la visera brillaban encendidas pequeñas lámparas de aceite.