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EL POZO

—¡Bribona! si ha sido así, apronta el cuero porque te lo voi a arrancar a tiras!

I con las sayas levantadas se dirijió presurosa a comprobar el desastre.

La atmósfera estaba pesada i ardiente i el sol ascendia al cenit en un cielo plomizo lijeramente brumoso. En la arena gris i movediza hundíanse los piés, dejando un surco blanquecino. Rosa que caminaba detras de su madre, lanzando a todas partes miradas inquietas i escudriñadoras, distinguió despues de un instante, por encima de un pequeño matorral la cabeza de alguien puesto en acecho.

La jóven sonrió. Acababa de reconocer en el que atisbaba a su defensor, quien, viendo que la muchacha lo habia descubierto, se incorporó un tanto i le envió con la diestra un beso a traves de la distancia. Brillaron los ojos de la moza i sus mejillas se tiñeron de carmin, i a pesar de comprender que, dado el carácter violento de su