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ELPOZO

traba al reir dos hileras de dientes blancos que envidiaria una reina.

Aquella postura, con los brazos en alto, hacia resaltar en el busto opulento lijeramente echado atras i bajo el corpiño de burda tela, sus senos firmes, redondos e incitantes. Al andar cimbrábanse el flexible talle i la ondulante falda de percal azul que modelaba sus caderas de hembra bien conformada i fuerte.

Pronto se encontró delante de la puertecilla que daba acceso al cercado i penetró en su interior. El huerto mui pequeño estaba plantado de hortalizas cuyos cuadros mustios i marchitos empezó la jóven a refrescar con el agua que habia traido. Vuelta de espaldas hácia la entrada, introducia en el cubo puesto en tierra, ambas manos, i lanzaba el líquido con fuerza de ante de sí. Absorta en esta operacion no se dió cuenta de que un hombre, deslizándose sijilosamente por el postigo entrea-