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sus yertos organismos un poco de aquella enerjía i de aquel tibio calor que hacia renacer la vida sobre los campos desiertos.

Como los polluelos que, percibiendo de improviso el rápido descenso del gavilan, corren lanzando pitíos desesperados a buscar un refujio bajo las plumas erizadas de la madre, aquellos grupos de mujeres con las cabelleras destrenzadas, jimoteando, fustigadas por el terror, aparecieron en breve bajo los brazos descarnados de la cábria, empujandose i estrechándose sobre la húmeda plataforma. Las madres apretaban a sus pequeños hijos, envueltos en sucios harapos, contra el seno semi desnudo, i un clamor que no tenia nada de humano brotaba de las bocas entreabiertas contraidas por el dolor.

Una recia barrera de maderas defendia por un lado la abertura del pozo i en ella fué a estrellarse parte de la multitud. En el otro lado unos cuantos obreros con la