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EL CHIFLON DEL DIABLO

En una sala baja i estrecha, el capataz de turno sentado en su mesa de trabajo i teniendo delante de si un gran rejistro abierto, vijilaba la bajada de los obreros en aquella fria mañana de invierno. Por el hueco de la puerta se veia el ascensor aguardando su carga humana, que, una vez completa, desaparecia con él, callada i rápida, por la húmeda abertura del pique.

Los mineros llegaban en pequeños grupos i, miéntras descolgaban de los ganchos adheridos a las paredes sus lámparas ya encendidas, el escribiente fijaba en ellos una ojeada penetrante, trazando con el lápiz