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EL PAGO

do pan, lo clavó en el sitio. Algunos compañeros lo llamaron haciéndole guiños espresivos, pero no tenia ganas de beber; la cabeza le pesaba como plomo sobre los hombros i en su cerebro vacío no habia una idea, ni un pensamiento. Una inmensa laxitud entorpecia sus miembros i habiendo encontrado un lugar seco se tendió en el suelo mui pronto un sueno pesado lleno de imájenes i visiones estraordinariamente estrañas i fantásticas, cerró sus parpados.

I soñó que estaba allá abajo, piqueta en mano, atacando la vena i cosa rara le parecía que aquella masa oscura, quebradiza como el cristal, no tenia la consistencia de otras veces. Sacudió la lámpara para ver mejor i su estrañeza desapareció. No era carbon, ni otro mineral cualquiera lo que heria la acerada punta de la herramienta, sino una masa rojiza, blanda-jelatinosa. Entonces, sintió que una vívida claridad penetraba en su cerebro: aquello era el