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EL PAGO

se veian los rubios bigotes i las encarnadas mejillas del pagador.

Pedro Maria, entretanto, ponia en tortura su majin haciendo cálculos tras cálculos pero el obrero como tantos otros que se hallaban en el mismo caso echaba las cuentas sin la huéspeda, es decir, sin la multa imprevista, sin la disminucion del salario o el alza repentina i caprichosa de los precios del despacho.

Cuando se hubo acercado a la ventanilla el último trabajador de la última faena, la voz ruda del capataz resonó clara i vibrante:

— ¡Reclamos!

I un centenar de hombres i de mujeres se precipitó hacia la oficina todos ellos estaban animados por la esperanza de que un olvido o un error fuese la causa de que sus nombres no aparecieran en las listas.

En primera fila estaba la viuda con su chico de la mano. Acercó el rostro a la abertura i dijo: