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Cañuela i Petaca

Mientras Petaca atisba desde la puerta, Cañuela, encaramado sobre la mesa, descuelga del muro el pesado i mohoso fusil.

Los alegres rayos del sol filtrándose por las mil rendijas del rancho esparcen en el interior de la vivienda unn claridad deslumbradora.

Ambas chicos están sólos esa manana. El viejo Pedro i su mujer, la anciana Rosalía, abuelos de Cañuela, salieron mui temprano en direccion al pueblo, despues de recomendar a su nieto la mayor circunspeccion durante su ausencia.

Cañuela, a pesar de sus débiles fuerzas -tiene nueve años, i su cuerpo es espigado i delgaducho- ha terminado felizmente la empresa de apoderarse del arma, i sentado cn el borde del lecho con el cañon entre las piernas, teniendo apoyada la culata