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profusion por todo el palacio, que parecia una nevada color de rosa, caida en los vastos aposentos cubriendo las consolas, los muebles, los bronces: derramándose sobre los tapices, i haciendo desaparecer bajo sus carminadas plumillas la soberbia cristalería de la mesa del buffet. Guirnaldas de las mismas envolvían las arañas, trazaban caprichosos dibujos en los muros i orlaban los marcos dorados de los espejos. El efecto producido por aquella avalancha de flores rosadas era sencillamente maravilloso, i los asistentes al baile no se cansaban de elojiar aquella fantastica ornamentacion, cuya idea jenial llenaba de orgullo a la hermosa dama que a solas con sus doncellas, que preparaban su tocado nocturno, se complacia en evocar los detalles de la magnífica fiesta.

Si, aquel pensamiento orijinalíslmo había sido de ella, únicamente de ella i no podia menos de sonreír al recordar la cara de sorpresa del viejo administrador cuando le dió órden de despejar de sua llores a todos los duraznos en floracion que existiesen en sus fincas.

Segura estaba de que el rústico servidor cumpliera el mandato a regañadientes. Pero habia obedecido i el éxito superaba a sus esperanzas.

Obsesionada por tan deliciosos recuerdos, se metió en la cama, i ya la doncella abandonaba en puntillas el aposento, cuando la voz de su señora la detuvo. Un deseo repentino, un capricho de niño mimado la habia acometida de pronto. Quería dormirse respirando la suave fragancia de aquellas flores que