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olvidando mis propias angustias solo pensé en la horrible lucha que debía librarse en el corazon de aquel padre tan cariñoso i amante. Desde mi puesto, junto al guarda cable percibía su ancha silueta destacarse de un modo confuso a los débiles resplandores de la linterna. Aferrado a la barandilla trataba de adivinar por sus actitudes, si ademas de esas dos alternativas él veia una tercera que fuese nuestra salvacion. ¡Quién sabe si una audaz maniobra; un ausilio inesperado o la caida brusca del nordeste pusiesen feliz término a nuestras angustias. Mas, toda maniobra que no fuese mantener la proa al viento era una insensatez, i de ahí, de las tinieblas, ninguna ayuda podia venir. En cuanto a que ami, norase la violencia de la borrasca nada, ni el mas leve signo hacíalo presajiar. Por el contrario recrudecía cada vez mas la furia de la tormenta. El estampido del trueno mezclaba su redoble atronador al bramido de las rompientes; i el relámpago desgarrando las nubes amenazaba incendiar el cielo. A la luz enceguecedora de las descargas eléctricas ví como el banco parecia venir a nuestro encuentro. Algunos instantes mas i el San Jorje i la lancha se irian dando tumbos por encima de aquella vorájine.

Entónces, dominando el ensardecedor estrépito se oyó la voz atronadora del capitan que decia junto a la bocina de mando: -¡Carga las válvulas!

Una trepidacion sorda me anunció un momento despues que la órden se habia cumplido. La hélice debia jirar vertijinosnmente porque el casco del re-