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amada Teresa.—Señor cura, me decia, ved ahiel escalon de piedra en que se arrodillaba mi anjel, mi Teresa; ved allá los jarros que guarnecia de rosas. ¡ Cuántas velas ha hecho arder en este candelero ! Yo la estoi viendo aqui, me parece que la oi- go, se me figura que respiro su aliento. Si vive, aquí es donde pediré al cielo que derrame sobre esa. piadosa hija todo el bien que ella merece; i si ya no existe, rogaré a Dios para que su al- ma goce de las recompensas celestiales.

Seis años hacia que la madre Fremont cuidaba de la capilla, cuando la paz dió ocasiona Teresa para venir a Francia e infor= marse porsi misma de la situacion de su madre.

Dirijióse al pueblo de Chenet con sus dos hijas, que «queria poner en un colejio de Paris, i allí supo las desgracias de su ma- dre, ¡ el lugar donde debia hallarla.. Sin detenerse, volvió a su- biral carrlaje, i corrio a la capilla de la Vírjen. La buena Fre- mont viendo parar un coche, se adelantaba con el vaso de lata en Ja mano para recojer algunas monedas de limosna, cuando un criado negro que iba ala trasera del carruaje fué vivamente la- mado desde el interior por una voz que sonó en el corazon de la pobre limosnera.

Luego vió abrirse la portezuela i arrojarse a sus pi mai dos señoritas, gritando a un tiempo; ¡Madre mia ?.....Ma- dre mia Esta sorpresa. podría haber sido de- masiado fuerte para la buena. vieja ; pero los golpes de alegría rara vez son Junestos.



una da-




Cosa de media hora pasó entre abrazos mezclados con dulces lágrimas de placer iespresiones del sentimiento que causaba a Teresa el estado en que se hallaba su madre, i la deplorable suerte de Juanita. Finalmente, Teresa, tomandode la manoa sus dos hijas, fué a postrarse con elias delante del altar que tan- tas veces habia adornado con Mores i dió gracias de todo cora- zon a la Virjen protectora, implorándola para sus hijes.

A tan interesante espectáculo se habia agolpado la jente. Tere-