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gunos capitales, i queria retirarse, dejando en su lugar a su hi jo único que habia hecho educar en Francia. Pidió á los patro- nes que aprobasen el casamiento de su hijo con Teresa, ino solo consintieron, sivo que quisieron dotarla.
El jóven administrador, lleno de actividad i mui intelijente en Jas plantaciones del país, logró la confianza de un propietario cuyas posesiones lindaban con las de sus patrones, ¡ gobernó mas de mil esclavos negros. Estimulado por el afecto que profe- saba a su querida Teresa, aspiraba a una gran fortuna que pu- diese hacerla completamente feliz, ¡la consiguió: diez años despues de su matrimonio, heredó de su padre, compró mas tierras, ien la actualidad se balla poseyendo una hermosa ha- cienda.
Por mas bienes quese disfruten léjos de la patria, no deja de pensarse en ella; iuna hija virtuosa no siente los goces de su for- tuna mientras sabe que su madre eslá en la miseria.
Asi es que la buena Teresa no pensaba sino en su querida pa- tia, ¿en su desgraciada madre. Ya le había enviado dinero, au- mentando las remesas a proporcion que erecia su fortuna; poro la larga guerra entre Ínglaterra i Francia impedía toda comuni. cacion cun las colonias, ninguna de las cantidades remitidas Jle- gú a manos de la viuda Fremont, i Teresa norecibio de ésta contestacion alguna. La buena hija esperaba la paz con la impa- ciencia de un corazon que funda en ella sus mas gratas espe- Tanzas.
En este intermedio, la viuda Fremont, imposibilitada ya para trabajar, habia venido a pedirme la plaza de guardiana de la ca- pilla de la Virjen, que estaba vacante. por muerte de la antece- sora.
Nunca las mayores. riquezas de la tierra han podido causar a los ambiciosos una alegría semejante a la que sintió la buena vieja cuando le concedi el triste privilejio de vivir de la piadosa caridad de los fieles en este asilo, ohjeto de la veneracion de su