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dera que vais a leer, queridas niñas, pondrá fin á esta. parte, escrita únicamente con el deseo de que os sea útil. Si los con= sejos que encierra pueden hacer que nazcan en vuestros cora= zones los principios de virlud, i prepararos una existencia feliz, mis afanes habrán recibido la mas agradable recompensa.

LA VIEJA DE LA CAPILLA.

Mui cerca de Versalles, en el paraje en que la montaña de Pi- cardía se hace ménos rápida, habia antes de la revolucion de Francia, una pequeña capilla de la Virjen, al cuidado de una vieja encargada de adornarla con flores i de encender los cirios, los cuales vendia tambien a las jóvenes piadosas que acudian á invocar el apoyo de su proteclora, i recibia las limosnas en un pequeño vaso de lata que presentaba a los pasajeros. Muchas veces yo misma en mi feliz juventud puse algunas monedas en dicho vaso. Mi aya me hacia acompañar la limosna con una buena reverencia, porqne mi madre le habia encargado mucho, no solo que me hiciese dar limosna a los pobres, sino que me acostumbrase a reverenciar a los ancianos.

Mi abuela pasaba el verano en su casa de campo de Ville-d'- Awray, i nuestros paseos siempre iban a parar u la capilla de la Virjen, cuya vieja muchas veces we daba rosas i claveles a que era yo mui aficionada.

Un dia no la hallé en su puesto, la erei muerta, i las lágrimas asomaron a mis ojos. Pregunté por ella a la mujer que la habia seemplazado, i me respondió: «No Moreis por la madre Fremont, hermosa señorita; vaya ella es mui feliz, ise ha marchado de aquí en elegante coche......Pero es na historia tan larga, que no sabría contárosla. Mirad, dijo a mi aya, el señor cura va se- guramenle a casa de vuestros padres: él la sabe mui bien. De- cidle que us la cuente.

De vuelta a casa, hallé al señor eura 2 punto de hacer su par= tida con mi abuela, pues ya estaba desenvolviendo la baraja, Co-