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Tocaba Rosa este momento de felicidad. El sonido de las campanas que anunciaban la augusta solemnidad, habiale des- pertado mui de mañana. Prosternada, escuchaba con relijioso silencio estos sonidos precursores de la augusta ceremonia que le esperaba.

Cuando la señora de (. entró para vestirla, la encontró aun en este suave recojimiento. Dejóse la niña adornar por su buena madrina, que la miraba con el orgullo de una madre. ¡Cuán hermosa parecia entónces Rosa! La serenidad de su alma refle- jaba en su semblante, i hacia aun mas atractiva su amable fiso- nomia,

Concluido su tocado, i luego que sus parientes i amigas estu- vieron reunidos a su alrededor, luego que hubo secibido su ben- dicion, i despues de levantar aun su alma a Dios, marchó acom- pañaba de cuanto le era caro en el mundo. La elegante sencillez de sus vestidos atraía todas sus miradas; la modestia de su continente, la calma i dulzura de su fisonomia le proporcionaban por todas partes sínceros elojios.

Rosa, sin embargo, que había separado su vista del espejo, te- merosa de que un lijero sentimiento de orgullo viniese a alterar su inocencia, no oía tampoco estos elujios: el lenguaje de la tier- ra se le habia hecho estraño, i solo comprendia el de los ánjeles que residian en el cielo. Con tan bellas disposiciones llegó a la iglesia, ¡al arrodillarse delante del allar se creía aun en su cuar- tito. Solo cuando el Veni Greator resonó en sus oidos, i cuando todas sus compañeras la rodeaban, salió del éxtasis en que se hallaba. Pero el momento solemne habia legado: todas las vir- jenes con los ojos bajos, las manos juntas ¡ el continente modes- to, se dirijian con paso timido hácia la santa mesa donde iban a recibir a su Dios. Rosa marchaha la primera: la primera tomó parte en el banquete sagrado; la primera se vió iniciada en las alegrías celestes.

Un profundo silencio sucedió a este solemne acto, terminado e) cual, santos cánticos se alzaron en el templo i anunciaron a