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en las importantes, escepto en lo que se opone á Ja lei de Dios. Porque, propiamente hablando, no hai desobediencia Úijera. La desobediencia es on gran mal por si misma cuando es relle- xiva, i siempre es culpable por poco importante que sea el ob- jeto; solo tiene escusa cuando procede de olvido o descuido.

Pero el olvido i el descuido son una falla que debemos tam- bien evitar. La desobediencia acarrea á la mi consecuencias funestas. No puede juzgar bien de las cosas; no sabe lo que es hueno o malo, ui lo que es útil o peligroso; no sabe preveer las consecuencias de sus acciones. Los padres, por el contrario, tie- nen prudencia i razon; saben lo que puede serles útil o nocivo en el presente en el porvenir. Conocen las consecuencias bue- nas o malas de lo que hacen. Á ellos toca dirijirlas constante- mente; a ella someterse a sus órdenes sin reserva i sin pedir esplicaciones. Ellos no deben darle esta esplicacion, porque ella no Ja comprenderia.

Siempre que los padres ordenan o probiben alguna cosa a sus Mijas, lo hacen por el bien de éstas, que deben persuadirse que es un mal lo que se les prohibe, aunque no lo comprendan, i de- ben abstenerse de ejecutarlo con relijioso cuidado.

Tai niños que sin desobedecer directamente inventan escusas para no conformarse a la voluntad de sus padres. Esto es lo que se llama etedir una órden o una probibicion. Guardémosnos bien de estas indignas escusas, porque pueden acostambrarnos al di- simulo ¡ a la hipocresia, que son vicios ociosos.

Obedezcamos siempre franca, completa i alegremente, Asi quedará nuestra conciencia tranquila i evitarémos los innumera- bles males que trae consigo infaliblemente la desobediencia.




Sigamos constantemente Los paternales consejos, Sin querer en nuestro orgullo Sobreponernos a ellos.

Los que nos han sustentado Con tanto amor i desvelo,