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ranza en el fondo del corazon, vuela al locutorio; pero madama Campan, la directora de la casa, le sale al encuentro, i le dico profundamente conmovida: «Hija mia, si vuestro padre a quien ereeis muerto, no lo estuviese. Si viniera.......Si se hallase ahora en Cl...

— ¡Mi padre! ¡Mi padre! ¡Oh! por favor, señora, no me enga- heis, yo me morial....... T ¿a dónde está mi padre? Yo quiero verle, abrazarle.......¡ Hace lantos años que me falla este con suelo!.......Al decir estes palabras, se le presenta va oficial con un brillante uviforme de jeneral, i su pocho cubierto de cruces i medallas. Emilia retrocede por un movimiento involuntario, no atreviéndose á creer en tanta dicha.

Este solo instanle hizo olvidar ála Juja del soldado quince años de dolores i de lágrimas.

La Providencia parece que quiso premiar la humildad de Emilia la resignacion con que había sufrido tanto tiempo el ar- rogante desilen de sus compañeras, cuja soberbia i necio orgullo fueron bastante mortificados con tan inesperado suceso,







AXXV. Obligaciones de las niñas para con sus profesoras.

Las personas que os enseñan son, niñas mias, como unos se- gundos padres que cuidan de alimentar vuestro espíritu, de per feccionarlo i de embellecerlo, haciéndoos útiles 4 vosotras mis- mas ¡alos demas. Honradlas por los muchos beneficios que en vosolras derraman.

A vuestra edad, el corazon es como un pedazo de blanda cera en que se puede grabar así lo bueno como lo malo, tanto lo her= moso como lo [co, Vuestras profesoras son las que imprimen en él los buenos sentimientos, las que, por decirlo así, engarzan en el mismo, corno diamantes en un collar, las virtudes, las que