— Hess
Sin darnos tiempo a responderle, fué a buscar los zapatos, i nos los presentó con aire de triunfo; habiéndolos aceptado lor- tensia con grandes demostraciones de alegría.
Nos pusimos a trabajar, yo cortando ¡él cosiendo con ardor, ¡ántes de concluirse la tarde, ya mi hija “podia entregarse de nuevo al placer de sallar, bailar i divertir a toda la tripulación.
Aquel momento fué tan dulce para mí que nunca lo he olvi- dado. Mi reconocimiento hácia el viejo marino era sincero, i muchas veces me he acusado a mi misma por no haber pregun- tado el nombre de familia del contramaestre, conocido a bordo únicamente con el nombre de Santiago. Hubiera sido para mi altamente satisfactorio hacer alguna cosa por él luego que la fortuna me fué favorable. »
Este relato, hecho con encantadora modestia i admirable sen= cillez por una emperatriz, interesó vivamente a sus camaristas quienes se alegraron mucho del deseo que habian tenido de ver los ricos diamantes de Josefina.
XXXIIL Docilidad, trabajo, conducta en el colejio.
Fl dober en que estamos de ebedecer a nuestros padres, nos impone el deser dóciles i trabajar i estudiar con celo.
Nuestros padres nos envian al colejio tan pronto como nos hallamos en estado de recibir alguna instruccion, i esto lo hacen por nuestro bien; porque sin instruccion nadie puede prome- terse buen éxito en sus empresas: la instruccion por si sola nos prepara para ocupar útil ¡ agradablemente nuestros ratos de ucio, ¡nos preserva por fin de los malos hábitos a que nos es- pondria la ociosidad en los dias de descanso. La instruccion