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Los zapatos de Hortensia, madre de Napoleon YI.

Retirada la emperatriz Josefina, esposa de Napolcon 1, al palacio de Malmaison, trataba a cuantos se acercaban a ella con tal dulzura ¡ bondad, que sus damas, como jóvenes i curiosas, le rogaron va dia les señalase sus diamantes, de que se hablaba mucho en toda la Francia. Acojiemdo la emperatriz con com= placencia semejante desco infantil, ¡mandó pusiesen en medio de la cámara una gran mesa, sobre la cual estendió lodas las joyas que contenian sus cofresitos.

Las camaristas abrieron tantos ojos destumbrados con tantos brillantes i piedras preciosas como realzaban tan ricos adornos; pero la emperatriz, Juego que se divirtió un rato con la admira cion de las jóvenes, les dijo con seriedad.

—No envidieis este lujo, que en manera alguna constituye la felicidad. Yo aprecio mas un par de zapatos viejos que tengo guardados, que cuantos diamantes encierran mis cofres,



Al oir esto, las camaristas mo pudieron disimular la risa, porque creyeron que era una broma, Entónces Josefina repuso:

—No hai que reírse, pues lo repito, el regalo que me ha cau= sado mas placer en toda mi i voi a deciros por qué


ida es un par de zapalos de cuero,


Cuando dejé la Martínica con mi hija Hortensia para venir a Francia, estaba mui léjos de ser rica; el pasaje en cl buque que nos trasportaba habia consumido la mayor parte de mis recur- sos, i apénas pude comprar lo indispensable para un viaje tan Jargo.

Hortensia, vivaracha, alegre, que sabía mui bien las danzas de los negros, i cantaba imilando perfectamente sus cadencias i sus jestos, divertia mucho a los marinos, los cuales no la deja- ban, conversando con ella a todas horas. Luego que yo me