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— 5 que es dificil complacerla; pero la dulzurai la amabilidad de María no se desmienten nunca. A los que la visitan les dice:

«¡Ah, si la hubieran conocido Uds. en otro tiempo! ¡era tan buena mujer! ¡ha trabajado tanto para educar a. su familia en tiempos tan dificiles! ¡era tam bondadosa y tan buena! ¡Sí ahora está de mal humor, despues de tantos años de enfermedad no es culpa suya, sino del sufrimiento! ¡Ah! ¡Dios la recompen- sard!

Tambien será grande ante Dios la recompensa de esta buena i escelente hija, tan digna de citarse como modelo.

Del cielo con bien colmado La bendicion obtendrás,

Si honor y sustento das A quien la vida te ha dado.

XXXL La nietecita Lazarillo,

En los arrabales de Buenos Aires se veia sentada al pié de un árbol una vieja ciega, ia su lado una nietecita que nunca se sepa- raba de ella mas de dos o tres pasos para acercarse a recojer el centavo o 2 reales papel que ofrecia la caridad del transeunte. Yo habia visto mas de una vez a estas pobres criaturas sin poner mucha alencion, cuando cierto día paseándome por aquel sitio con una señora i sus dos hijos, notamos que la vieja ciega tenia a la nietecita entre sus dos brazos, i parecia enseñarle una leo= cion que la niñita repetia con docilidad. - Esta leccion era inter rumpida de cuando en cuando por un beso de la vieja, o por una caricia de la niña, Interesónos este euadro i nos acercamos.

Buena mujer, preguntó la señora con quien yo iba, ¿es tuya acaso esa niña?

—Es mi nieta, respondió la pobre ciega, es la hermana de