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Mo hai severidad que pueda llamarse escesiva cuando se trota us rorrejir en las niñas el defecto de la mentira; pues la verdad se acompaña sienpre con las virtudes morales i cristianas, al paso que la menlira es la compañera de los crímenes mas deles- tables. Sia causa de vuestra poca cdad cometeis faltas, confe= sadías luego con jnjenvidad i franqueza, pues vuestra confesien será un testimonio seguro del deseo que teneis de enmendaros. No hagais como aquellas niñas que mintiendo ocultan su falta, ho ya por el temor de ser castigadas, sino con la dañada jnten- cion de haver nuevas travesuras. Los padres que son tan bue 's como los vuestros, están sierpre dispuestos a perdonar a sí rijos cualquier falta espontáneamente confesada: pero cuanto zuas aroen los padres a sus hijos, tanto mas deben ser severos e inflexibles en costigar á los que prelenden ocultar una falta cometiendo otra.

El vicio infame de la mentira, de que se sirven las niñas para ocular al principio sus defectos, se convierte luego en la perni- «osa manía de inventar historictas enteras. Ási es como se castigan las leyes con Lodo rigor porque frecuentemente turban la paz de la sociedad. Los padres ipreceploras deben, pues, castigar con tauta severidad a las niñas que forjan cuentos, por inocentes o entretenidos que sean, como a las que dicen w:entiras con la intencion de disculparse”

Eu los primeros años de la vida es cuando pueden desarraigarso los vivivs capaces de acarrearnos las mayores desgracias, i no hai Lo menor deta de que eu esta edad se conseguirá arruigar pro- fundamente la virtud en el corazon de las niñas, procurando inculcaries los preceptos de nuestra santa relijion, i dándoles ai ¡castigos que no deben descui-






hacen impostoras. a las cual







másozo siempo las advertene sar fos menos padres

  • Kiarece de probidad

La que falta a la verdad.



La que miente aun en chanza, > inspira descoofisnz,