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Una buena bija.
En 1806 habia eu Bu snos Aires un caballero ingles que cono- viéa una eselasa, a quien cobró aprecio, tanto por su intelijencia vo el servicio, como por sus buenos sentimientos, muí superio- res a los que en jeneral poscian esas misoras victimas de nuestra curlicia en otro tiempo. Pur último, le ofreció los quinientos posos en que esteba tasada para que se libertase. — Ella le dió las , ¡le manifestó que no podia hacer uso del dinero en su favor; mas insistiendo aquel en que aceptase >" uferta, i estre- ebindola a que declarase el molivo de su resistencia, le dijo, hañado en lágrimas: «¿Podré yo gozar de los beneficios de la libertad, iiéntras mi madre sea esclava ?9—a Haz, pues, uso de este dinero para libertar a tn madre, le contestó sorprendido cl estranjero: lómalo i cumple tan sagrado deber.» Entónces admitió los quinientos pesos, í, enajenada de gozo, vuló a poner- los a disposicion de +u amo. En evnsecuencia quedó libre la madre i esclava la hija, no pow falla de jencrosidad de parte de su señora, sino porque estimaba tanto sus buenas cualidules que a ningun precio queria perderla; ¿así era tratada en la casa, no como criada, sino como compañera.
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La mentira.
En esta leccion os hablaré de la mentira, vil esclava de tudos los crimenes: i sino mirad lo que hace un ladron cuando quiza Veva consigo el objeto robado: grita i protesta mintiendo que so ha cometido el robu. ¿Qué dice el mas exccrable asesino manchado gua con la sangre que ha derramado? Si ha tenido tiempo de arrojar el arma homicida, grita i protesta ¡mintiendo que no ha sido él quien ha hecho la muerte