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No debemos respetar a nuestros padres en la niñez ¡juventud solamente, sino duranle toda la vida. Cuanto mayor sea nues= tra edad lanto mas sagrado es este deber, porque liene mayor in- fuencia nuestro ejemplo

No hai dignidad ná posicion social, por brillante que sea, que pueda dispensarnos de esle deber.

Miéntras vivimos al lado de nuestros padres, dehe maniles- tarse este vespelo por una contínua aleución en agradarlos, por uns deferencia





n limites, i por los mas asíduos cuidados.

Si vivimos líjos de el'os, es menester escribirles con frecuen cia, informaroos de su salud, darles parte de Lodo, no hacer nada importante sin coosultarlos i visitarlos con la frecuencia po- sible.

No basla que los honremos nosotras mismas; debemos hacer que nuestros hijos i muestros criados les tengan el mayor respelo; debemos hacer que nuestros hijos los honren tanto como noso- tras mis.

Si somos mas instruidas que nuestros padres, no por esa debe- mos enorgullecernos i creeruos superiores a ellos. Valdiia mas ser completamente ignorantes que adquirir una instruccion que corrompiese nuestro corazun, haciéndonos hijas desnaturalizadas e ingralas.

Surede a veces que una jóven, por un enlace ventajoso o por un favor especial de la providencia, se eleva por su condicion: Mega a ser rica, poderosa. Entónces debo tener la mas grata satisfaccion en poder participar a sus padres de las ventajas que distruta: este deber ha de ser para ella un placer 3 el nas puro, el mas delicioso de lodos los pluceres,

Dicese que algunas hijas desnaluralizadas que llegan a ser ricas se avergienzan de los veslidos groseros i de la pubiez» de sus padres. No creo en la existencia de tales monstruos, o si exis- diesen, serian en bien corto número, icausarian a las yersonas honradas desprecio i horror.