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rimentado. Pero, siéndole imposible contener por mas tiempo encerrados en su enrazon estos sentimientos, dobló las rodillas sobre las flores de la colina, inclinó la cabezai mencló sus fá- grimas con el rocío del ciclo.

Despues de un momento de relifiosa contemplación, levantó su enbeza i volvió a la hubitacion de su madre: ¡ entónces estaba Cornelia mas bella i hermosa que nunca porque habia hablado con Dios.


En cualquier tributación Alzaa Dios tu corazon.

XII. El juego de los colores.

Un padre, temeroso de Dios, tenia cuatro hijos, buenos dig- nos de aprecio, los cuales constituian su alegría i sus Helicias.

Cuando el pa ire regresaba a casa, fatigado por el trabajo ¡el calardel día, salian gozosos a recibirlo, le secaban el sudor que corria por su frente ile referian con singular amor lo que habian aprendido durante el dia, o lo que habian hablaJo, 5 el padre se compl «cia en escucharla narración de sus inocentes juegos e in- jeniosos pensamientos.

—Padre, hoi hemos hecho el juego de los colores, le decian una tarde cuando salieron a recibirle ile habian conducido a la enramada del jurdin.

¿1 qué coluras habeis elejido? preguntó el padre, cuando se hubieron sentado.

—Yo, dijo Alberto, el mayor de los hermanos, he elejido el encarnado; pues est» color es el del amor de la cariflad.

—Bien, pues, contestó el padre; i con la caridad, es decir, el amor a Diosi alos hombres, la vida seria dulce, pues no fallan





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