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cometido, trató de pillarla para volverla a la caja. — Lo que logró con esto fué espantar a la mariposa, que se fué del jardin. - Llo- rosa la niña y sintiendo su falla, tuvo el buen pensamiento de ir en elacioa confesársela al papá, ¡solo esa franca declaracion con visos de arrepentimiento, pudo librarla del castigo, porque su padre sentia mucho la pérdida de la mariposa, que era de una especie mui rara i preciosa.


La curiosidad es la falta Que en la mujer mas resalta.

VIIL Clorinda.

Bace dias que a oso de las seis de la tarde, al pasar por la plaza de la Victoria una niña de ocho años llamada Clorinda, le salió al encuentro otra niña de su edad, diciendo con voz llorosa:

—Señorita, ¿me dá Ud. un pedacito de pan por el amor de Dios? tengo mucha hambre

—Dios mio! respondió Clorinda, toma, que casualmente traigo un bollo que me ha comprado mamá; pero ¡qué pálida estás! ¡cómo lluras!

—Es que hace mucho tiempo que estoi aquí, replicó la niña devorando el bollo; tenia miedo, mas aguardaba a que pasase una niña como Ud.

—¿No tienes mamá que te cuide?

—Mi madre murió hace uu mes, i mi padre me trajo aquí esta mañana; pero me dijo que le esperara, no ha parecido; sin duda me ha abandonado, porque ayer dijo a una vecina que se iba de Buenos Aires.

—Nira, dijo Clorinda, yo tengo un papá mui bueno i una buena mamá: ven a mi casa j ellos te cuidarán: Juego que te vistan como yo, irémos juntas al colejio, ¡ serás mi hermanita, ¿no es verdad?