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ataud a las puertas de la Recoleta. Cada una de las damas que componen esta digna asociacion; depositó sobre él un ramo de Nores. Conducido a la capilla, rezó las preces de la Iglesia el Dr. D. Martin A. Piñero,
Bendita la fosa, el Sr. D. Héctor F. Varela pronunció algu- nas palabras, en las cuales dibujó a grandes rasgos el tipo moral de la Sra, de Mandeville, poniendo en relieve sus importantes servicios i la parte que le cupo en las ajitaciones de nuestra vida polílica.
El Sr. D. Santiago Estrada, Inspector de Escuelas de Bue- nos Aires, habló en seguido, de cuyo bello discurso estracta- mos lo que sigue:
« En torno de esle ataud lloran los pobres, lloran los enfer= mos desvalidos, lloran los huérfanos.
«EJ corazon de la mujer caritativa, ha dejado de latir; la visi- tadora de los hospitales, ya no existe: la madre de los huérfa- fanos, ha muerto; la fundadora de la Sociedad de Beneficencia, descansa en el seno de los buenos.
« ¡Por eso lloran los pobres, los huérfanos, i los enfermos desvalidos!
« Yo voi a presentaros otros seres que tambien lloran la muerte de nuesira amiga, i a darle en su nombre el adios de ta despedida en las puertas del sepulero.—Hablo de los niños de las escuelas de Buenos Aires; hablo de tedos los que tra= bajaban en nuestro pais por la difusion de la enseñanza.
muerte, porque su ausencia las deja en la borfandad.
« Los que siguen la huella de sus pasos, riegan con sus lá- grimas la lierra que va a cubrir sus mortales despojos, porque pierden en ella la historia, la tradicion i el consejo de la esoue- la arjentina.
« Yo voi a repetir aqui, lo que tantas veces os dije, querida amiga, en nuestras horas de desfallecimiento; «Si hai al-