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« Aquella mujer que se unió con el corazon a todo lo noble que se ha realizado en este pías durante medio siglo, aquella que inspiró aliento a los defensores de Buenos-Aires en los años 1806 11807; aquella que rindió sus joyas para comprar armas a los soldados de la revolucion de Mayo; aquella que compartió con Rivadavia la tarea de fundar la Sociedad de Be- neficencia; aquella que estableció en la campaña de Buenos Aires las primeras escuelas; aquella que dividió su vida entre los pobres i los niños; aquella que estuvo asociada al pensa- miento de todos nuestros grandes hombres; aquella que nos enaltecía ante el estranjero, que veia en ella la representacion de una sociedad i de una tradicion; Maria Sancbez de Mandevi- lle, en una palabra, ha entregado a Dios el espiritu que sus- tentaba su cuerpo, desfallecido por el peso de los años ¡las fatigas de la caridad !



+ La primera Escuela Normal de Buenos-Aires, fué estable- cida por ella, que comprendia la necesidad vital de formar el corazon i de instruir la mente del maestro, antes que educar e instruir la mente i el córazon del discípulo.

Como Presidenta de la Suciedad de Beneficencia, como Ins- pectora de los Hospitales de Mujeros, como fundadora de la- zaretos, ella ha demostrado en sus últimos años, que aquel es- pívitu de Jos dias de la juventud, no bahia desfallecido en su corazon.

« El ocaso de su vida ha sido tan brillante como su aurora.

« El cuerpo ha caido vencido por la lei de la naturaleza, que señala al hombre su periodo de luehasi de trabajos, que termina fatalmente por el árbol cuando se marchita, por el hombre cuando las fuerzas físicas se agotan.



al cementerio del Norle los restos mortales de la Sra. de Mandeville, acom- pañados de un cortejo.—La Sociedad de Beneficencia recibió el