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dió un vaso de agua, mas observando que era un español quien selo traía, se negó á admitirlo diciendo : « Ni tun vaso de agua quiero deber « un enemigo demi patria. ». Un momento ántes de darse la señal de la ejecucion se vuelve á sus crueles verdu- gos, icon espíritu tranquilo esclamó: « Asesinos, temblad al coronar vuestro atentado : pronto vendrá quien vengue mi muer- te. Tu prediccion se cumplió, ¡lustre granadina

Pero volvamos los ojos a nuesteo querido Chile, Nosotros no tenemos que envidiar los sentimientos patriólicos de las mujeres de otros paises. Para demostrarlo, abi están, entre olros mu- chos, los nombres venerandos de Paula Jara, Agueda Monaste- rio, Javiera Carrera, Luisa Recabárren, Rosario Rosales i el que encabeza estas líneas, del cual pasamos a ocuparnos.

Doña María Cornelia de Olivares vivia en Chile en 1817. Po- cos dias ántes de la batalla de Chacabuco (12 de Febrero del año citado), el gobernador realista de aquel pueblo perpetró un he- cho atroz en la persona de esta señora, que se distinguia. por su amor patrio. Sabido es que en concepto de los tiranos no po- dia haber mayor delito. Sin embargo, contenidos por el temor de la influencia que tenia la familia de aquella señora, en razon de sus muchos parientes i de su fortuna, se contentaron por al- gun tiempo con perseguirla ocultamente. Mas al fin se sobre- puso el despotismo agonizante a toda consideracion. Cuando se supo en Chillan que los liberladores estaban salvando los Ándes, no le fué posible a la. patriota Olivares reprimir su entusiasmo. En medio de los enemigos, irritados mas que nunca por la tenta- tiva de los independientes, tuvo ella valor de pronunciar públi- camento sus sentimientos, sus deseos i esperanzas, i de pronos- ticar el glorioso éxito que a los pocos dias logró aquella espedi- cion en la cuesta de Chacabuco. Entónces la apricionaron, le rasparon el cabello ¡las cejas i la tuvieron espuesta en Chillan a la verguenza pública desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde, cuyos ultrajes sufrió con inalterable firmeza de áni- mo. Su heroicidad fué premiada por el gobierno de O'Higgins,