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i enérjico de su ¡lustre victima, procuró hacerla morir a pausas en los calabozos de Santiago.

Pero si la señora Monasterio era notable por su acendrado pa- triolismo, no le era ménos por su caridad i amor maternal. Ins- pirada por el tierno cariño que profesaba a sus hijos, corrió a la plaza de Armas lan luego que oyó las descargas del motin de Fi- gueroa (1º de abril de 1814), para cerciorarse de si habia suce- didoalgo asu hijo Francisco de Paula, niño entónces i a quien creia encontrar entre los cadáveres que, enla accion, habian quedado tirados en medio de la plaza.

Desde esa ¿poca hasta su muerte, que tuvo lugar en 1817, po- cos meses despues dela entrada de San Martina Chile, como quedaba dicho, datan los servicios prestados a su. patria por es- ta mujer estraordinaria, por esta víctima ilustre, que habría pre ferido mil veces la muerte i que prefirió sufrir toda clase de tor- mentosántes que descubrir los secretos que le confiaran i com- prometer la causa santa de los independientes.

Los crimenes cometidos por los españoles con la señora Mo- nasterio i su familia, esplican perfectamente el odio implacable de su hijo, el valiente coronel Lattapiat, para con aquellos. El triste recuerdo de la muerte de su idolatrada madre, causadas por ellos; las tropelías i vejámenes cometidos con sus herma- nos ¡tios la muerte de su hermano en el campo de batalla, uni- do todo esto a su valor ia la santidad de la causa que defendia, hicieron de él un héroe, imas de una vez le tuvieron próximo a precipitarse en la via de las venganzas, como sucedió en la toma de los castillos de Valdivia (3 de febrero de 1820), donde estuvo a punto de bacer fusilar unos prisioneros de guerra, segun lo refiere Miller cn el tomo 1?, páj. 208 de sus Memorias.

Su hijo, pues, ese brazo de fierro, ese leon de los Andes chi- lenos, se encargó de vengar con su valiente espada la muerte de su querida madre ¡los atentados cometidoscon su familia por los enemigos de su patria; ia la verdad que su incansable acti-