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nes i su piedad ilustrada les hacian prepararse al duro lrance, si es que no podia apartar la cuchilla de la lei, pendiente sobre sus cabezas,
Entre muchos otros casos recuérdase la historia de la Uaroca, mujer del pueblo, que, con detalles espantosos, había asesinado asu marido ; i condenada a muerte, se esperaba su desembara- 20, pues estaba en cinta, para llevara cabo la ejecucion. Cuan= do la mujer criminal se hubo restablecido de su enfermedad, doña Paula Jara interpuso apelacion o demanda de indulto ; ito- mando la criatura en sus brazos so presentó amtelos jueces, cu- ya sensibilidad puso en tortura haciendo intencionalmente llorar al niño, ruiéutras que sus sollozos verdaderos i espontáneos ha= cianimposible negar cl perdon: elocuencia de madre, ardides Temeniles, baterias asestadas al corazon, a las gue nadie, sin ser un monstruo, puede resistir.
Avisáronle una vez que un preso hlasfemaba, i como si la cár- cel seincendiaria, corrió por las calles hasta. llegaral calabozo donde tamaña desgracia ocurria. El infeliz maldecía, en efecto, dando alaridos espantosos, i negándose a vir ni exhortaciones ni consuelos. Apaciguado por doña Paula, supo, i pudo verlo con sus ajos, que los grillos le: habian dividido lacarne: de los hue- sos ¡el carcelero, implacable, se negaba á poner remedio. Una órden de la autoridad competente vino bien pronte a suspender esta brutalidad que, deshonra la ejecucion de las leyes.
En la casa de correccion de mujeres había introducido mejo- ras morales de igual jénero ; ¡organizando entre las señras de Santiago una susericion de víveres, vestidos deshecho i otras li- mosnas, se había hecho la administralora de socorros ; a mas de la predicacion i la doctrina de que por largos años se constituyó eu sacerdotisa. Para entregarse con mas holgura al sentimiento de caridad cristiana que prevalecia en su ánimo, tuvo muchos años compañía con el señor Vicuña, despues arzobispo de San= tiago, hombre sencillo i piadoso, con quien dividía las tareas de